Le grito al silencio frases incisivas, vomitadas con el ruido de mi vértigo.
Trato de que reaccione golpeando sus haches mudas.
Tiene la frialdad del color gris, pero quema como el fuego rojo.
Te propongo un trato, le digo. No hagas de mi boca una máquina improductiva.
Tendrás que aprender a reír y llorar con las palabras adecuadas. Y cuando lo consigas, quebrarás mi garganta sellada para que salgan los verbos que anhelas, me contesta.
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