miércoles, 31 de agosto de 2011

mens sana in corpore desbaratado

Decididamente la diferencia entre el cuerpo y el alma es una realidad. Lo vi reflejado en la cara de las personas que me miraban con el semblante espantado. Yo no sentía nada; solo observaba a través de mis ojos vacíos lo que ocurría a mi alrededor.
Había tenido la precaución de hacerlo frente a un espejo y aunque mi cuerpo ya no era lo que se supone que debe ser un cuerpo vivo y entero, por alguna razón podía ver reflejado el espectáculo que había organizado treinta minutos antes.
Ajena a los gritos y las caras de asco, mi mirada estaba fija en lo que se proyectaba frente a mí.
La pared blanca en la que descansaba mi cabeza o lo que quedaba de ella, estaba teñida de un rojo muy oscuro y aún resbalaban trocitos encarnados y babosos. En mi frente, un gran agujero y en mi rostro, una sonrisa.
Me divertí tanto viendo a los de enfrente tan aturdidos y aterrorizados!. 
Por fin conseguí dar esquinazo al peso del deber hacer lo que otros quieren que haga. Es hora de pasar de capítulo y de hacer lo que a mi me gusta.

sábado, 20 de agosto de 2011

Sin título 13

Pienso en la soledad del beso no dado y en la fuerza con la que éste se aferra a mi paladar, a mis dientes y a mi lengua. y ahí se queda, suspendido, latente.
Duerme, mi dulce gesto. pronto llegará el otoño y el frío hiela el impulso.



Sin título 12

Paciencia. y entre los dientes, tu recuerdo.

sábado, 13 de agosto de 2011

Ternura

La ternura me devuelve a los primeros sabores, a lo blando dentro de mi boca. al contrasentido de la violencia romántica, de las ganas de caminar a tientas por sendas memorizadas. a reventar de risa y gritar con las venas hinchadas. a sonreír a la muerte y retratarla con saliva y susurros. a masticar trozos de lo que se hospeda por aquí dentro.

Fantasías de una metamorfosis

El hombre con el corazón de cristal se apoyó en la barandilla del paseo marítimo, bajo un frío sin colores. Miró largamente el agua salpicando los pilares del muelle y los peces apestosos que lo poblaban, sin más gesto que una mirada perdida en el tiempo. Hubiera dado cualquier cosa por tener la memoria de los mules o de las truchas o de los cangrejos; no recordar más que los últimos cuatro segundos de existencia y así poder olvidar su rostro, sus labios y el sonido de su risa. 
"Podría quitarme la ropa y los zapatos, saltar al agua congelada y bucear hasta perder el sentido. Lograr que me salieran branquias y escamas y esperar a que la suerte y un anzuelo me llevasen al puesto de pescado donde compras todos los martes por la mañana, me llevaras a tu casa envuelto en papel celofán, me cocinaras en ropa interior mientras bebes ese vino con el que tantas veces nos emborrachábamos y finalmente me comieras con las manos."

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