El hombre con el corazón de cristal se apoyó en la barandilla del paseo marítimo, bajo un frío sin colores. Miró largamente el agua salpicando los pilares del muelle y los peces apestosos que lo poblaban, sin más gesto que una mirada perdida en el tiempo. Hubiera dado cualquier cosa por tener la memoria de los mules o de las truchas o de los cangrejos; no recordar más que los últimos cuatro segundos de existencia y así poder olvidar su rostro, sus labios y el sonido de su risa.
"Podría quitarme la ropa y los zapatos, saltar al agua congelada y bucear hasta perder el sentido. Lograr que me salieran branquias y escamas y esperar a que la suerte y un anzuelo me llevasen al puesto de pescado donde compras todos los martes por la mañana, me llevaras a tu casa envuelto en papel celofán, me cocinaras en ropa interior mientras bebes ese vino con el que tantas veces nos emborrachábamos y finalmente me comieras con las manos."
precioso....
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