Después de que hayas muerto, la melancolía se apoderará de ti por haber deseado aquellas cosas que no hiciste. Bajo tierra, los huesos tienen toda la eternidad para pensar y retorcerse
sábado, 22 de octubre de 2011
Mis voces y yo
Tengo tres voces dentro de mi cráneo. Una de ellas me frena con tono grave y austero impidiendo que ruja el animal; la de timbre agudo me confunde haciéndome creer cosas que no son. La última, la más serena y neutral me dirige hacia donde quiero, no me juzga y me sella la boca cuando tus labios me rozan.
viernes, 21 de octubre de 2011
Nota importante
La Vida es una bruta que avanza dando codazos, se disfraza de concubina y te seduce con el aliento pestilente del pasado. Pero un momento después te colma de caricias y te muestra las arrugas del tiempo, la realidad que taladra, los crímenes de la memoria y la tranquilidad de saber que esto sigue y que las cosas se pasan.
sábado, 1 de octubre de 2011
La consciencia
Mientras trabajaba, el embalsamador de cuerpos pensó: "Después de haber pasado tanto tiempo viendo heridas de distinta gravedad en los muertos, aún no he aprendido a ordenar las que tengo dentro. A lo mejor son atemporales o su intensidad varía con el tiempo. O quizá creemos que lo mejor es estar muerto para no sentir, porque sentir se asemeja a sufrir."
Llegó a la conclusión de que sufrir te empuja a vivir de la forma más feliz posible porque terminas por saber lo que no quieres y en definitiva él estaba vivo.
El orden de su desgarro va en relación con esas cosas que no quiere, de modo que las suturas de las pequeñas llagas las cose con el hilo de la paciencia.
La adicción
Bajo un frío demoledor, la imagen no concreta de una persona se desenfoca a nuestros ojos. Está inclinada sobre sus rodillas, con un brazo extendido y el otro flexionado hacia sí. Su actitud fetal nos crea una sensación protectora y confusa.
La mano temblorosa del brazo plegado sostiene una jeringuilla que contiene algún líquido rojo. La acerca demasiado a la piel del brazo estirado. Se para. Inclina la cabeza desmadejada hacia atrás en actitud de trance y portando una sonrisa macabra.
Lentamente la aguja pernetra la vena hinchada, que la perfora sin contemplaciones ni titubeos, sonando, gruñendo y sedando. Aprieta el émbolo y suelta un gemido de placer y asco al mismo tiempo.
Un tropel de recuerdos desmadejados acude a su cerebro y sus pupilas se dilatan atrapando imágenes de cuerpos desdibujados.
No puede vivir sin chutarse dosis de emociones ajenas porque las suyas se van deteriorando.
La sangre de sus amantes diluídos en la memoria.
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