sábado, 1 de octubre de 2011

La adicción


Bajo un frío demoledor, la imagen no concreta de una persona se desenfoca a nuestros ojos. Está inclinada sobre sus rodillas, con un brazo extendido y el otro flexionado hacia sí. Su  actitud fetal nos crea una sensación protectora y confusa. 
La mano temblorosa del brazo plegado sostiene una jeringuilla que contiene algún líquido rojo. La acerca demasiado a la piel del brazo estirado. Se para. Inclina la cabeza desmadejada hacia atrás en actitud de trance y portando una sonrisa macabra.
Lentamente la aguja pernetra la vena hinchada, que la perfora sin contemplaciones ni titubeos, sonando, gruñendo y sedando. Aprieta el émbolo y suelta un gemido de placer y asco al mismo tiempo.
Un tropel de recuerdos desmadejados acude a su cerebro y sus pupilas se dilatan atrapando imágenes de cuerpos desdibujados.
No puede vivir sin chutarse dosis de emociones ajenas porque las suyas se van deteriorando. 
La sangre de sus amantes diluídos en la memoria.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

licencia

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.