miércoles, 30 de mayo de 2012

Hermanos

La pequeña Laura se negó a montar en la barca donde estaban sus padres y su hermano mayor y se quedó en la orilla mirando los peces y el fango. Metió los pies y lentamente hundió su caña de pescar, sin importarle lo más mínimo que sus ropas se mojasen y se arrugasen. Llevaba un vestido con flores y uno de esos lazos espantosos a la espalda, pero podría haber llevado un pantalón, un kimono o un traje de astronauta para niños. Le daba completamente igual. 
Logró sacar un pez de pequeño tamaño y con cierta firmeza lo tomó entre las dos manitas con cuidado para que no se escurriera, pero el animal que no era tonto sabía que la única manera de sobrevivir era resbalándose y caer de nuevo al agua. Por eso Laura lo apretó con más fuerza y acercó su cara a la de la pobre criatura que había comenzado a abrir y cerrar la boca desesperadamente. La niña contemplaba impasible la escena de agonía. No movía ni un músculo en su expresión, sólo observaba la lenta muerte del pez. Como cada vez era más difícil retenerlo, lo apretó con tanta fuerza que sus ojos se abombaron, como si fueran a salirse de las órbitas. La cabeza del pescado se había convertido en una terrible mueca desfigurada pero Laura seguía mirándola sin pestañear y cada vez más cerca. Los segundos pasaban y el oxígeno mataba sin remedio.
Justo en el momento en el que el pez comenzaba a moverse muy despacio y su boca dejaba de abrirse, con un gesto brusco y sin quitar la vista de aquellos ojos medio apagados y casi salidos, lo arrojó de nuevo al lago y el animal se perdió como alma que lleva el diablo. Lo siguió con la mirada hasta que se perdió entre las piedras y el barro y al cabo de un rato levantó la vista hacia el bote donde se reía su familia, mirando a su hermano e imaginando cómo seria meter su gran cabeza dentro del agua y no sacarla más. Lo odiaba profundamente. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

La existencia inexistente


Roland Barthes, filósofo y ensayista francés  (1915 - 1980) dijo que la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. 
Hasta este momento no había encontrado una frase que explicara así de bien algo tan enorme que pulula por mi mente desde hace muchos años. 
Momentos emocionales captados y congelados para siempre; esa sensación que alguna vez fue real, no puede volver a repetirse porque ese momento no resucitará. Simplemente dejas de existir ahí. Es inalcanzable y por lo tanto irrepetible y de alguna manera irrepresentable.
Las fotos, como el cine o los recuerdos, nos representa de manera real en el pasado y ficticia en el presente.


domingo, 13 de mayo de 2012

Perspectiva

De lo aberrante y lo amoral nacerá la belleza

viernes, 11 de mayo de 2012

Caligrafía blasfema

¿Y si te entierro bajo tinta azul?
¿Y si cubro tu cuerpo de acertijos y lo dejo en mitad de la calle para que la gente te descifre?
Serías un jeroglífico delicioso, misteriosa y mortal como la Esfinge de Tebas.
Puede que al hacerte verbo, censures con tus mayúsculas el deseo escondido entre la multitud
y dejes que yo te conjugue cuando quieras volver a ser leída.




miércoles, 9 de mayo de 2012

Los crímenes de las masas duras

Érase una vez un hombre con montañas tatuadas en los pies. Un enorme pico en cada empeine, con la punta nevada y fría como su nariz. Él era duro y eterno pero frágil al igual que las grietas minúsculas que pululaban por la cara norte de su vida. Siempre pisaba fuerte, pero su sombra en días de invierno se alargaba más de la cuenta y no se quitaba la escarcha de encima; sólo cuando el sol entraba por la ventana de su habitación en las horas más tempranas, sentía el calor y lo cabalgaba un rato hasta que se resbalaba de tanto sudar y se caía sobre sus pies, como los gatos.
Echaba tanto de menos tropezarse al andar que solía taparse los ojos por las calles para perder el equilibrio con algún trasto de la acera, pero tampoco así lo lograba. Siempre tan vertical...
Desearía haber sido más orgánico y perder firmeza con el tiempo. Así sería mucho más hermoso. Como las imperfecciones. Siempre tan perfectas...

martes, 8 de mayo de 2012

Un momento


El silencio me gotea por la comisura y me limpio con la manga para dejar poemas de destiempo en la tela. Versos mudos desde el fondo de una grieta; inmensos, como yo.

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