Claudia vivía con el corazón amarrado a la muñeca. Decidió sacárselo del pecho porque notaba que le crecía por momentos y le apretaba el esternón. Además cada latido le retumbaba en las sienes y de ahí rebotaba como en el pinball por todas sus arterias hasta que salía por la boca en forma de grito.
Con el corazón colgando, Claudia se sentía menos sofocada y más acompasada porque le daba cuerda como un reloj de bolsillo y así podía vivir con la tranquidad de amar sin agobios.
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