lunes, 25 de abril de 2011

El trazo certero


Aquel melancólico pintor de exquisito gusto se dejaba llevar balanceando instintivamente su cuerpo, creando formas que transportaban su corazón lejos del estudio minúsculo donde cada día traducía en lienzos su pasión desteñida
Una mañana, sintió una bestia que le salía del pecho y empezó a regar de calor su existencia. Comenzó por sonreir hasta que le dolieron las mejillas y después extendió toda la gama de colores en su paleta. Tras unos segundos en silencio, la ceremonia estaba lista.
Con precisión mezcló colores, arañó la tela con movimientos verticales, se manchaba de azules; se mezclaba con el cuadro y con las manos mojadas y extrañamente ágiles, asestaba pinceladas certeras llenando de colores el espacio hambriento de belleza.
Cuando terminó su danza de éxtasis, se sentó en el suelo con la frente sudorosa y la ropa y la piel  entintadas. Miró su creación y se le escapó una risa, de esas que salen del estómago. 
Acababa de dar forma y color a las caricias que guardaba dentro de una caja de Palitos

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