lunes, 4 de abril de 2011

Moira y los pájaros

Moira lucía una larga cabellera roja como el infierno. Tenía la piel blanca y unos grandes e insondables ojos azules. Las cejas altivas protegían sus zafiros del sudor repentino, cuando a media noche se despertaba de una pesadilla en la que un gran pájaro negro le robaba la belleza; pero para ella eran sólo eso: pesadillas irreales.
Orgullosa de sí misma, Moira se paraba delante de cada escaparate y se (ad)miraba con discreción, como si fuera una quinceañera. Esa tarde en la que paseaba su estilazo por las calles de la ciudad, había un gran número de palomas sobrevolando el bulevar que conducía a su bar favorito. Siempre había tenido una paranoia con los pájaros que vuelan bajo como si alguno de ellos se fuera a chocar contra su cabeza. 
Al pasar junto a los ventanales de unos grandes almacenes, se paró y se giró para retocarse el peinado y colocarse bien la blusa. Era una yonqui de su propio coqueteo y las adicciones matan.
Al volver la cabeza para seguir su camino.. zas!! sin previo aviso una paloma que volaba demasiado bajo fue a estrellarse contra su frente, incrustándose hasta la mitad del pecho. 
El pobre pajarraco aleteaba moribundo, ahogándose entre sangre y cerebro.
Moira falleció en el acto con sus grandes ojos azules muy abiertos y el pelo rojo esparcido por el suelo mezclándose con la sangre y los tropezones. Parecía un unicornio desplomado.
De nada le valió mirarse todo el rato si lo que no hacía era mirar por dónde iba. Los ombliguismos conducen a no ver el camino correcto

1 comentario:

  1. jejeje.. No hay nada mejor que darle forma a las ideas recurrentes.
    Un 10 a ese final, señorita.

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