Decididamente la diferencia entre el cuerpo y el alma es una realidad. Lo vi reflejado en la cara de las personas que me miraban con el semblante espantado. Yo no sentía nada; solo observaba a través de mis ojos vacíos lo que ocurría a mi alrededor.
Había tenido la precaución de hacerlo frente a un espejo y aunque mi cuerpo ya no era lo que se supone que debe ser un cuerpo vivo y entero, por alguna razón podía ver reflejado el espectáculo que había organizado treinta minutos antes.
Ajena a los gritos y las caras de asco, mi mirada estaba fija en lo que se proyectaba frente a mí.
La pared blanca en la que descansaba mi cabeza o lo que quedaba de ella, estaba teñida de un rojo muy oscuro y aún resbalaban trocitos encarnados y babosos. En mi frente, un gran agujero y en mi rostro, una sonrisa.
Me divertí tanto viendo a los de enfrente tan aturdidos y aterrorizados!.
Por fin conseguí dar esquinazo al peso del deber hacer lo que otros quieren que haga. Es hora de pasar de capítulo y de hacer lo que a mi me gusta.