En mi imaginario, las carnicerías se convierten en espacios sexuales.
Te muestras para mí igual que lo hacen los muslos de pollo, las hamburguesas envasadas y los cuartos traseros de las terneras en el momento en el que la saliva comienza a aparecer involuntariamente, rindiendo tributo a la proteína primitiva.
Te muestras para mí igual que lo hacen los muslos de pollo, las hamburguesas envasadas y los cuartos traseros de las terneras en el momento en el que la saliva comienza a aparecer involuntariamente, rindiendo tributo a la proteína primitiva.
Cuando veo al carnicero toqueteando un buen solomillo o enseñando las hermosas piezas de color rojizo que dejan restos de grasa en las manos, me imagino que con las mías te moldeo como a la carne picada con su textura deliciosa y orgánica; Me entras por los ojos igual que los filetes frescos en las bandejitas, jugosos y apetecibles, que juegan a seducirme con sus fibras palpitantes..
Quiero embadurnarme de fluido, apretar los nervios y los cartílagos entre mis dedos y sacarlos impregnados en sangre; la suciedad de la vida misma, tan obscena como real y deseada.
El olor a carne cruda y el ambiente emponzoñado de los mostradores me hacen fantasear con el sabor de tu lomo, servido como el mejor de los Carpaccios.
Quiero embadurnarme de fluido, apretar los nervios y los cartílagos entre mis dedos y sacarlos impregnados en sangre; la suciedad de la vida misma, tan obscena como real y deseada.
El olor a carne cruda y el ambiente emponzoñado de los mostradores me hacen fantasear con el sabor de tu lomo, servido como el mejor de los Carpaccios.
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