En un escurridor de pasta y arroz dejo secar mis ideas más absurdas sobre la vida. Después las moldeo en forma de interrogación y las horneo hasta que queden bien doraditas. Finalmente las espolvoreo con esencia de humor y paciencia, las empaqueto y las dejo listas para ser consumidas a la hora del café de sobremesa.
miércoles, 21 de julio de 2010
martes, 20 de julio de 2010
Alas Rotas (Alba.G. Corral y Stendhal Syndrome)
En la oscuridad de una noche sin luna nadie puede ver el puzzle que a mis pies han dejado mis alas de cera derretidas e inservibles, mojadas por mis lágrimas y rotas en fragmentos sin sentido.
Me siento tan impotente como Ícaro al volar demasiado cerca del sol, sólo que esta vez fue la soberbia la que por un momento nubló mis ojos, yéndome a estrellar contra el cuadro hiperrealista de mi propia existencia.
Me siento tan impotente como Ícaro al volar demasiado cerca del sol, sólo que esta vez fue la soberbia la que por un momento nubló mis ojos, yéndome a estrellar contra el cuadro hiperrealista de mi propia existencia.
He vuelto a perder, yo que pensaba que había aprendido a moverme a la misma altura que las miradas sinceras...
Esperaré paciente a que algún ángel disfrazado de princesa callejera las despegue del suelo, las recomponga con hilos de humildad y me las vuelva a colocar para poder andar entre la gente sin levantar el vuelo a cada paso en falso.
Esperaré paciente a que algún ángel disfrazado de princesa callejera las despegue del suelo, las recomponga con hilos de humildad y me las vuelva a colocar para poder andar entre la gente sin levantar el vuelo a cada paso en falso.
Alegoría de una cabeza
La cabeza reducida de los Jíbaros no es en realidad un trofeo de guerra, ni siquiera el símbolo de la supremacía frente al enemigo, sino la alegoría de una caravana de recuerdos, la Llorona de Chavela que de tanto pensar y añorar se ha secado como una uva pasa.
lunes, 19 de julio de 2010
La mujer mosca
Esta mañana al despertarme, he ido como de costumbre tambaleándome entre la oscuridad hacia el cuarto de baño para lavarme y borrar la cara de cartón que se me queda cuando la noche ha sido relativamente tranquila.
Pero antes de encender la luz y poder mirarme en el espejo he sentido unos picores en los hombros y la espalda que han seguido a otros en el cuello y los muslos, diferentes a los picores de otras veces.
Al encender la luz y observarme, he podido comprobar que de las partes de mi cuerpo atormentadas por las uñas salían pequeños y negros pelos, como cañones de juguete. No paro de rascarme, mientras mis ojos tienen un ligero color ámbar que me gusta y me asusta, porque desde luego nunca han sido así.
Algo extraño está sucediendo; parpadeo a gran velocidad, pero mi cambio es tan leve que no se si lo que siento y veo se debe a la modorra o realmente está sucediendo algo que no puedo explicar.
Me aparto de un salto, me lavo la cara para despejarme la cabeza y comprobar si todo esto es producto de un mal despertar. Pero al contacto con mis manos, mi cara se ha convertido en un mapa de arañazo, como si algo hubiese abierto surcos diminutos en la piel. Aterrada observo que en las palmas tengo pequeños trocitos de carne terminados en minúsculos garfios ovalados, duros y ásperos.
Mi sorpresa ha llegando al máximo y aún así intento calmarme para lograr comprender lo que me está ocurriendo.
-No puede ser, esto es una alucinación - me digo con voz baja y temblorosa mirando detenidamente mi piel que ha comenzado a adquirir una tonalidad ligeramente verde, surcada por líneas rojizas -El libro de Kafka que leí hace unas semanas me está haciendo perder la cabeza. Esto no es real. ¿Cómo demonios voy a convertirme en insecto si eso es tan improbable como la existencia de los zombies?
Al contrario de lo que pensaba, lo cierto es que en realidad me estoy transformando en una drosophila melanogaster y de nuevo estaba equivocada al sentir que el cambio era leve porque la metamorfosis que estoy sufriendo se acelera a cada minuto. Mis ojos están pasando a ser una colmena de microhexágonos, resultándome fascinante a la par que inverosímil observar cómo la pupila y el iris han dejado de ser círculos para pasar a crear formas rectilíneas geométricamente perfectas; Ahora tengo ojos compuestos a través de los cuales puedo llegar a percibir las zonas calientes de la casa en un tono insoportablemente rojo, así como los objetos de mi mesita de noche que cada vez quedan más y más lejanos. La piel del cuerpo se me desprende lentamente, dejando trocitos de mi preexistencia humana esparcidos por el pasillo, dando paso a una nueva epidermis dura y brillante que asoma tímidamente. Mi cabeza se mueve con rapidez a uno y otro lado. Las cosas que logro agarrar, como el cepillo de dientes para lavar los pocos que me quedan en la boca, se me caen ya que sin darme cuenta hasta ese momento, me he ido quedando sin dedos y en lugar de falanges me han ido saliendo garritas con ventosas con las que, supongo, podría caminar por las paredes como Spiderman o Jeff Goldblum en el remake de La Mosca.
La paulatina y considerable reducción de mi tamaño se hace patente en el hecho de que los muebles que antes me llegaban por la cadera, ahora se me antojan montañas. Ya no puedo caminar sin dejar de emitir un curioso zumbido producido por las magnificas alas que han aparecido en mi espalda. Se trata de membranas traslúcidas llenas de nervios con las que puedo desplazarme velozmente de un sitio a otro sin tocar el suelo, movidas a mi propia voluntad; además ahora no siento hambre de plato cocinado, sino apetito de miel y azúcar.
Mi veloz metamorfosis apenas me ha dejado tiempo para sentir pánico; más bien es curiosidad lo que me invade. Dejar de pertenecer a la especia humana y pasar a mejor vida siendo un insecto volador puede resultar mucho más interesante que ir todos los días al trabajo y aguantar la porquería de las noticias y los programas sensacionalistas de la televisión. Aunque también pienso con tristeza en las noches de sexo y rock and roll o las cenas y sesiones de cine con los amigos de mis días humanos. Y sobre todo a mi familia. ¿Qué dirán todos ellos cuando no me encuentren por ninguna parte? ¿Podrá ser cierto que en algún momento tenga que pensar que intentarán asesinarme con la suela de una zapatilla cuando vuele a su lado?
Lo cierto es que estas cosas han dejado de preocuparme y en lo que ahora se centra mi atención es en la cantidad de pequeños nuevos seres que podré conocer y que antes representaban una amenaza para mí. Podré ver a mi misma escala a las temidas avispas sin importarme demasiado la amenaza de su pernicioso aguijón, o a las polillas tan odiadas por los propietarios de las prendas de vestir a las cuales acuden para saciar su voraz apetito, riéndome al recordar aquellos pequeños agujeros de mis camisetas.
Ahora los arcenes de mi vida son tan extraordinariamente anchos que podría pasarme el día planeando con mis alas sin salirme de la calzada, dando vueltas y vueltas en la misma habitación, mirando con cierta curiosidad el libro apoyado sobre la mesita con el marca páginas separando lo leído de lo desconocido y que tanto me gustaba leer por las noches o recordando de repente la cita que hoy tenía contigo y a la que por supuesto no asistiré, al menos con el cuerpo con el que estabas acostumbrado a verme.
Así se me pasan las horas, hasta que por fin decido dejar de volar en rededor y aprovechando que la ventana de mi cuarto está abierta, me largo del cutre piso de alquiler en el que malvivo para emprender una nueva vida plagada de misterios, sin olvidar que ahora mis nuevos enemigos tienen forma de spray o una larga y pegajosa lengua.
Pero antes de encender la luz y poder mirarme en el espejo he sentido unos picores en los hombros y la espalda que han seguido a otros en el cuello y los muslos, diferentes a los picores de otras veces.
Al encender la luz y observarme, he podido comprobar que de las partes de mi cuerpo atormentadas por las uñas salían pequeños y negros pelos, como cañones de juguete. No paro de rascarme, mientras mis ojos tienen un ligero color ámbar que me gusta y me asusta, porque desde luego nunca han sido así.
Algo extraño está sucediendo; parpadeo a gran velocidad, pero mi cambio es tan leve que no se si lo que siento y veo se debe a la modorra o realmente está sucediendo algo que no puedo explicar.
Me aparto de un salto, me lavo la cara para despejarme la cabeza y comprobar si todo esto es producto de un mal despertar. Pero al contacto con mis manos, mi cara se ha convertido en un mapa de arañazo, como si algo hubiese abierto surcos diminutos en la piel. Aterrada observo que en las palmas tengo pequeños trocitos de carne terminados en minúsculos garfios ovalados, duros y ásperos.
Mi sorpresa ha llegando al máximo y aún así intento calmarme para lograr comprender lo que me está ocurriendo.
-No puede ser, esto es una alucinación - me digo con voz baja y temblorosa mirando detenidamente mi piel que ha comenzado a adquirir una tonalidad ligeramente verde, surcada por líneas rojizas -El libro de Kafka que leí hace unas semanas me está haciendo perder la cabeza. Esto no es real. ¿Cómo demonios voy a convertirme en insecto si eso es tan improbable como la existencia de los zombies?
Al contrario de lo que pensaba, lo cierto es que en realidad me estoy transformando en una drosophila melanogaster y de nuevo estaba equivocada al sentir que el cambio era leve porque la metamorfosis que estoy sufriendo se acelera a cada minuto. Mis ojos están pasando a ser una colmena de microhexágonos, resultándome fascinante a la par que inverosímil observar cómo la pupila y el iris han dejado de ser círculos para pasar a crear formas rectilíneas geométricamente perfectas; Ahora tengo ojos compuestos a través de los cuales puedo llegar a percibir las zonas calientes de la casa en un tono insoportablemente rojo, así como los objetos de mi mesita de noche que cada vez quedan más y más lejanos. La piel del cuerpo se me desprende lentamente, dejando trocitos de mi preexistencia humana esparcidos por el pasillo, dando paso a una nueva epidermis dura y brillante que asoma tímidamente. Mi cabeza se mueve con rapidez a uno y otro lado. Las cosas que logro agarrar, como el cepillo de dientes para lavar los pocos que me quedan en la boca, se me caen ya que sin darme cuenta hasta ese momento, me he ido quedando sin dedos y en lugar de falanges me han ido saliendo garritas con ventosas con las que, supongo, podría caminar por las paredes como Spiderman o Jeff Goldblum en el remake de La Mosca.
La paulatina y considerable reducción de mi tamaño se hace patente en el hecho de que los muebles que antes me llegaban por la cadera, ahora se me antojan montañas. Ya no puedo caminar sin dejar de emitir un curioso zumbido producido por las magnificas alas que han aparecido en mi espalda. Se trata de membranas traslúcidas llenas de nervios con las que puedo desplazarme velozmente de un sitio a otro sin tocar el suelo, movidas a mi propia voluntad; además ahora no siento hambre de plato cocinado, sino apetito de miel y azúcar.
Mi veloz metamorfosis apenas me ha dejado tiempo para sentir pánico; más bien es curiosidad lo que me invade. Dejar de pertenecer a la especia humana y pasar a mejor vida siendo un insecto volador puede resultar mucho más interesante que ir todos los días al trabajo y aguantar la porquería de las noticias y los programas sensacionalistas de la televisión. Aunque también pienso con tristeza en las noches de sexo y rock and roll o las cenas y sesiones de cine con los amigos de mis días humanos. Y sobre todo a mi familia. ¿Qué dirán todos ellos cuando no me encuentren por ninguna parte? ¿Podrá ser cierto que en algún momento tenga que pensar que intentarán asesinarme con la suela de una zapatilla cuando vuele a su lado?
Lo cierto es que estas cosas han dejado de preocuparme y en lo que ahora se centra mi atención es en la cantidad de pequeños nuevos seres que podré conocer y que antes representaban una amenaza para mí. Podré ver a mi misma escala a las temidas avispas sin importarme demasiado la amenaza de su pernicioso aguijón, o a las polillas tan odiadas por los propietarios de las prendas de vestir a las cuales acuden para saciar su voraz apetito, riéndome al recordar aquellos pequeños agujeros de mis camisetas.
Ahora los arcenes de mi vida son tan extraordinariamente anchos que podría pasarme el día planeando con mis alas sin salirme de la calzada, dando vueltas y vueltas en la misma habitación, mirando con cierta curiosidad el libro apoyado sobre la mesita con el marca páginas separando lo leído de lo desconocido y que tanto me gustaba leer por las noches o recordando de repente la cita que hoy tenía contigo y a la que por supuesto no asistiré, al menos con el cuerpo con el que estabas acostumbrado a verme.
Así se me pasan las horas, hasta que por fin decido dejar de volar en rededor y aprovechando que la ventana de mi cuarto está abierta, me largo del cutre piso de alquiler en el que malvivo para emprender una nueva vida plagada de misterios, sin olvidar que ahora mis nuevos enemigos tienen forma de spray o una larga y pegajosa lengua.
domingo, 18 de julio de 2010
Eros y Psique
Eros procede del Caos, representa el amor físico, el instinto reproductivo.
Enormemente bello, se casó con Psique, el Espíritu, una joven de inigualable belleza. Es por ello que Afrodita, sintiéndose celosa, intentó persuadir a su hijo para que lanzara contra la joven una flecha envenenada de fealdad y angustia, no consiguiendo más que aumentar la atracción entre ambos.
Los dos esposos disfrutaban de una relación intensa y feliz y a pesar de que cada noche hacían el amor apasionadamente, Psique tenía prohibido mirar el rostro de Eros cuando yacían juntos, esa era la única condición impuesta por los dioses, ya que la mentalidad de la Grecia antigua no concebía una relación perfecta.
Una noche, devorada por las dudas sembradas por sus hermanas ante tan extraña e injusta situación, no pudo evitar mirarle a la cara mientras se amaban, reconociendo en él a un hombre aún mas bello de lo que creía. A Psique le tembló el pulso y de sus manos brotó un aceite abrasador que quemó la piel de Eros, rompiéndose la magia y el amor entre ellos.
Ella fue castigada por Afrodita a descender al Tártaros y pedir a Perséfone un cofre que debía permanecer cerrado, pero una vez más la curiosidad hizo que abriera la tapa, quedando sumida en un sueño eterno.
Eros seguía enamorado de Psique y sufriendo la pérdida de su amor la buscó desesperadamente hasta encontrarla en los infiernos, inmóvil, fría.
El Amor despertó al Espíritu con un beso. El Espíritu devolvió al Amor el beso mirándolo a los ojos.
Enormemente bello, se casó con Psique, el Espíritu, una joven de inigualable belleza. Es por ello que Afrodita, sintiéndose celosa, intentó persuadir a su hijo para que lanzara contra la joven una flecha envenenada de fealdad y angustia, no consiguiendo más que aumentar la atracción entre ambos.
Los dos esposos disfrutaban de una relación intensa y feliz y a pesar de que cada noche hacían el amor apasionadamente, Psique tenía prohibido mirar el rostro de Eros cuando yacían juntos, esa era la única condición impuesta por los dioses, ya que la mentalidad de la Grecia antigua no concebía una relación perfecta.
Una noche, devorada por las dudas sembradas por sus hermanas ante tan extraña e injusta situación, no pudo evitar mirarle a la cara mientras se amaban, reconociendo en él a un hombre aún mas bello de lo que creía. A Psique le tembló el pulso y de sus manos brotó un aceite abrasador que quemó la piel de Eros, rompiéndose la magia y el amor entre ellos.
Ella fue castigada por Afrodita a descender al Tártaros y pedir a Perséfone un cofre que debía permanecer cerrado, pero una vez más la curiosidad hizo que abriera la tapa, quedando sumida en un sueño eterno.
Eros seguía enamorado de Psique y sufriendo la pérdida de su amor la buscó desesperadamente hasta encontrarla en los infiernos, inmóvil, fría.
El Amor despertó al Espíritu con un beso. El Espíritu devolvió al Amor el beso mirándolo a los ojos.
viernes, 16 de julio de 2010
El vampiro de Edwuard Munch
Nuestros cabellos se enredan en el momento en el que asaltas mi carne indefensa. Me arrebatas mi sagre, lo más preciado que tengo y me ofreces a cambio un rostro enjuto, carente de afecto.
Paralizas mi contorno y mis ojos friccionan con el aire congelado de tu aliento, porque lo que recibo de tí es contrario a lo que me robas.
En medio de tan macabra escena, tus brazos me rodean fuertemente y por un momento creo sentir un hilo de calor que sale de tus venas preñadas del hurto.
Me dejé seducir por tus ojos delirantes de lascivia roja, del tormento que mostrabas ante la vulnerabilidad de depender de los demás para saciarte. Te amé con la locura de los amantes trasnochados. Te amé tanto que te regalé ríos coagulados.
La humedad
Camino hacia el ocaso en dirección a tu vientre. Más allá, la noche me sorprende ocupada en atizar las llamas que pululan por tu interior. Te rodeo buscando un manantial de agua fresca que calme mi sudor y finalmente me tropiezo con tu boca al Alba que me alivia y me ahoga; Dejamos al sol que nos pinte de naranja. El rojo ha dado paso al púpura y luego al azul claro.
Me gusta combinar los colores y dibujarte con la misma gama, pero siempre diferente.
Me gusta combinar los colores y dibujarte con la misma gama, pero siempre diferente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)