De su libro "El almuerzo desnudo", William Burroughs no recuerda nada, ni siquiera haberlo escrito. Estaba tan metido dentro de sus politoxicomanías, que poco le faltó para que olvidase que también estaba vivo.
A mi me recuerda a algún capítulo fantasmal de mi propia existencia. Sensibilidad in extremis por no lograr hacerla presente; y de nuevo la oscuridad.
Qué necesario es tener a mano una aguja para pincharte de vez en cuando y rezar para que la sangre fluya de la herida; sino, mal asunto...
miércoles, 5 de mayo de 2010
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