Clavó sus ojos hambrientos en los míos. Su mirada amenazaba con desatar todas las tormentas sobre mis hombros desnudos.
La fe en la negación se me diluyó en la boca, se derramó entre mis dientes y me salpicó de osadía los pies.
Cedí a su oferta y en un ataque de altruísmo ofrecí mi yugular hinchada como manjar codiciado.
Adelante, le dije. Líbrame del exceso de vida y déjame sólo la que yo quiero. Pero cuando termines, no quiero volver a verte.
Buenísimo.
ResponderEliminar:)) Vargas.
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