Crecíó bajo las mesas de las cocinas, protegida por los manteles de un blanco impoluto y las sirvientas maternales, las únicas que la hacían caso en sus mundos infantiles.
Siempre eran las mismas cenas protocolarias. Se sabía de memoria a quien pertenecía cada par de zapatos, así que no se sorprendió cuando dos pares de piernas enfrentadas comenzaron a sobarse en secreto y cuyos dueños no se correspondían con los que deberían ser bajo la luz de las lámparas.
Así que sin pensárselo dos veces, decidió matar el tiempo haciendo un nudo con los cordones de los zapatos de cada uno de los amantes secretos, tronchándose con una risa bajita.
"Así, si no se preocupan de mi existencia, por lo menos dejaré mi huella bien hundida. Ya estoy harta de que todos se salgan con la suya menos yo", pensó.
No subestimar la capacidad vengativa de los niños..
Esos locos bajitos, con sus parches en las gafas y repartiendo verdades a cascoporro.
ResponderEliminarMe han encantao. ;)