La Condesa vivía delante de su gran espejo sombrío, el famoso espejo que ella misma diseñó. Pasaba largas horas contemplándose. El espejo tenía unos salientes para apoyarse, evitando así la fatiga. En el corazón de su cuarto sólo ella; ella siempre inalcanzable y cuyas múltiples facetas no podía reunir en una sola mirada. Ella era una de esas criaturas que habitan los fríos espejos, como la madrastra de Blancanieves, personaje inspirado en nuestra bella vampira. Cabría preguntarse qué buscaba y porqué habitaba en uno de ellos. Creemos que, como todo aquel que se contampla, se buscaba a sí misma, pero no podía encontrarse ya que no lograba verse tal y como era. Como su pariente Drácula, rechazaba el paso del tiempo y la vejez. Pero las razones por las cuales Erzsebet no se reflejaba en el espejo son diferentes a las del personaje de Stocker. Drácula era un muerto-vivo. Un muerto no existe, por lo tanto no se refleja. La condesa Báthory era una mujer y por eso no fue vista. Ni su madre, ni su suegra ni su marido repararon en ella.
Había construído en el espejo su fría morada; se podría decir que era su prisión. Prisionera de su narcisismo de muerte, tenía Erzsebet en su mirada la soledad de la luna..
Mientras la salud de su marido comenzaba a declinar, ella se iba haciendo cada vez más fuerte y hermitaña. Había tenido amantes pero sin apasionarse por ninguno y aunque al cumplir los cuarenta seguía siendo muy bella, se agravó esa permanente obsesión de alejar la vejez. Con tal fin, sus sirvientas la proveían de brevajes y filtros mágicos. En 1604, teniedo 44 años, murió su marido y fue a partir de ese momento, que Darvulia, una hechicera muy vieja a la que llamaban "la bruja que venía del corazón del bosque", en el que volvía a hundirse ciertas noches para aullar a la luna, apareció en su vida y fascinó a Erzsebet, quien se entregó por completo a los frutos maduros de la locura.
En Csejthe, la Condesa y Darvulia tenían el campo abierto. esta provincia, enclavada en el corazón de los altos cárpatos, era una provincia alejada y retrasada y sus habitantes eran ignorantes y permanecían aterrados por las supersticiones de la montaña.
La antigua tierra de los dacios era aún pagana y su civilizacion llevaba dos siglos de retraso con el resto de Europa occidental. Reinaba la misteriosa diosa Mielliki, el dios Isten y el diablo Ordog, servido por sus brujas que habitaban los supersticiosos Cárpatos. Mientras, el vampiro, el dragón y el lobo, resistiendo a los exorcismos, lo hacían entre Rumanía y Hungría.
Siempre existieron muchas muertes debido a siniestros y aterradores victimarios. A menudo las muchachas desmejoraban y morían y, si al exhumarlas se comprobaba que el cadáver no estaba lo suficientemente descompuesto, era aconsejable atravesarles el corazón con una estaca antes de volver a enterrarlas.
Con habilidad, la hechicera suprimió ante su ama todo obstáculo exterior que ésta temiera no poder superar. Había descubierto en ella la desierta insensibilidad de la luna, vislumbrando una vulnerabilidad psíquica dispuesta para la siembra como un campo negro: Alejar para siempre la vejez, conservar el divino tesoro. Así que, al igual que Dorian Gray vendió su alma al diablo, ésta le vendió la suya a Darvulia quien la convenció de que gracias a la sangre, podría volverse invunerable, conservando así eternamente su belleza.
Jugando a la inmortalidad, la bruja le enseñaba a Erzsebet a creer que era posible triunfar sobre la vejez y vencer a la muerte. Fue así que la inició en los más crueles juegos: Le enseñó a ver morir y el significado de ver morir.