viernes, 16 de abril de 2010

CARRETERA PERDIDA

Me permito el deleite de expresar lo que para mí significa la película más especial que he visto, cómo la veo y qué es lo que me transmite:

La oscura nube que se cierne sobre la cabeza de Fred, devorado por los celos, le impulsa a matar a su esposa Reneé.
Las cintas de vídeo que cada mañana encuentra en su buzón y en las que aparecen imágenes de la escalera de acceso a su puerta, del interior de su casa, incluso del dormitorio en el que estas dos personas comparten algo más que respiración, le lleva a caer en el caos emocional y perpetrar una horrible matanza con la bella Arquette.
Condenado a la silla eléctrica, se le concede un último deseo antes de morir frito por la descarga, simbolizada ésta por el apagón de luces que aparece en varios momentos de la película.
Fred decide dejarse llevar por su fantasía e imagina que se convierte en un atractivo y jóven mecánico (Getti) que esconde un oscuro propósito: Seducir a la impresionante mujer de un conocido y peligroso mafioso y juntos llevar a cabo la delicada tarea de estafarle delante de sus narices de viejo zorro sin escrúpulos. Como no podía ser de otra manera, la redención de Fred se transfigura en la semejanza de su objeto de deseo con su mujer muerta y como tampoco podía ser de otra manera, esta mujer es rubia, una rubia peligrosa y aparentemente accesible, que sólo le abre sus piernas introduciéndose él cada vez más en el almizcle de su arriesgada fantasía.
De vez en cuando le vienen momentos de lucidez que le hacen recordar que la vida real es bien distinta. Es en este momento cuando entra en juego el misterioso y repugnante personaje de Robert Blake, tan grotesco como genial, quien lo mantiene con un pie dentro de la realidad.
Getty y su rubia inician una relación en la que el sexo como forma de expresarse termina siendo la perdición del jóven. Cada vez está más cerca la hora de la muerte. Esto se nota en el echo de que Gatty ya no puede sostener su existencia, se enamora de ella y ella se le escurre entre las manos. Aquí merece la pena recordar la que para mí es la mejor escena de la película: La escena en la que ambos hacen el amor sobre el polvoriento suelo de un extraño lugar frente a los faros encendidos del coche. Es de noche y de fondo suena Song for a siren de This mortal coil. Cuando están llegando a la extenuación, ella le habla al oído y le dice: "Nunca me tendrás".
Y ahí empieza el declive...
La sordidez del sexo más oscuro, la luz, la ausencia de ella. Todo se convierte en una espiral frenética que danza al compás de "I put a spell on you" de Marilyn Manson mientras se proyecta a una Patricia rubia y calculadora sometida a un sexo descarnado... Y finalmente la muerte.


Mmm. Que aproveche...

1 comentario:

  1. Una interpretación bastante acertada para una maravillosa película cuya interpretación es, al fin y al cabo, lo de menos... Lo fantástico es gozar con todos y cada uno de sus planos, de sus sonidos, de sus colores, de sus sensaciones, de sus emociones...

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